«Poder decir adiós es crecer», por la Lic. Florencia Hidalgo López
En la vida, las despedidas son inevitables. Desde pequeños, aprendemos que cada encuentro tiene su final, y que decir adiós forma parte del camino de crecer. Pero, ¿cómo impactan estas experiencias en las infancias? ¿Cómo podemos acompañar a los niños en esos momentos tan significativos?
La canción “adiós” de Gustavo Cerati nos dice “poder decir adiós es crecer” Esta frase nos recuerda algo esencial: las despedidas, aunque dolorosas, son también necesarias. En la infancia, los momentos de despedida marcan hitos, ya sea el cambio de una etapa escolar, la partida de un amigo o el paso de un espacio conocido a uno nuevo. Estos momentos representan un fin, que será inaugural, en el mejor de los casos, hacía un nuevo comienzo.
Los dispositivos de control como los colegios construyen sus propios ceremoniales que marcan un tiempo. Los actos de cierre, las ceremonias de fin de curso,rendir un final en el caso de los alumnos universitarios, la entrega de diplomas, el cambio de bandera, son escenarios donde los sujetos se enfrentan a la experiencia de los finales. Decir adiós a la «seño» o a los compañeros no es solo un acto simbólico, sino una experiencia emocional profunda que deja huella. Sin embargo, no todas las despedidas son iguales. Algunas son más difíciles de procesar.
Desde el psicoanálisis, sabemos que las despedidas son momentos clave para la formación de la subjetividad. Implican enfrentarse a la pérdida del lugar que ocupaba para el otro. En este sentido, acompañar a los niños significa ofrecerles espacios donde puedan poner en palabras lo que sienten o tramitarlo a través del juego. Winnicott nos enseñó que el juego no solo es un refugio, sino también un lugar de elaboración psíquica, donde los niños pueden procesar sus afectos de una manera creativa y segura.
No hablamos aquí de evitar la tristeza, sino darle lugar. Es clave para las familias y los profesionales de la educación poder generar espacio que alojen la respuesta de cada niño/a frente a las despedidas. Crear momentos para hablar, recordar y simbolizar esa despedida permite que el niño pueda transitar ese duelo.
Vivimos en una sociedad que muchas veces nos empuja a ignorar o minimizar las pérdidas.
Incluso hay quienes las niegan, y creen que es mejor “no hablar de ciertas cosas”, siguiendo la referencia musical. También la demagogia epocal que nos impulsa fuertemente al “mirar hacia adelante”. En este punto el psicoanálisis nos muestra una modalidad otra. Nos invita a detenernos, ir a contrapelo de la época, implica animarse y habitar ese momento de cierre, porque allí también hay genuinamente una elaboración del duelo.
Los espero la próxima.
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