Salir de un Estado hiperpresente al extremo de trabajar para la desactivación de las fuerzas comunitarias, para ingresar sin purgatorio a otro que desde la máxima autoridad entroniza el lema No hay Plata, hasta hacerlo un dicho del acervo popular, tiene un costo. Ese costo lo están valuando estos días las conmocionantes cifras que indican el aumento exponencial de pobreza. Hay otro costo más soterrado, la ausencia de respuestas colectivas desde los grupos vulnerables y periféricos que más sufren la debacle. El Estado que tuvimos y que en nombre de la ampliación de derechos aniquiló la capacidad de autogestión y de valoración de los logros, produjo una atrofia en las respuestas comunitarias, y de gestión cooperativa para resolver problemas. Al revés de lo que se buscaba o pregonaba, esto exacerbó el individualismo y anuló la emergencia de liderazgos barriales capaces de encontrar respuestas colectivas a cuestiones tanto comunitarias como familiares.
En diciembre de 2023, se clausuró una era, el futuro es incierto, lo que no podemos abandonar es la capacidad de repensar lo que viene desde nuestro lugar, con las herramientas del ahora y las experiencias pasadas que mostraron logros, cuando el Estado era mucho más chico y las sociedades menos complejas.
Las cifras de crecimiento de la pobreza no son nuevas, el estancamiento de la economía y la precariedad del Estado presente de los últimos 3 gobiernos, dejaron a los estratos sociales más bajos en una situación que puede resumir otra expresión popular, mal pero acostumbrados. En las elecciones del año pasado también muchos pobres mostraron rebeldía y eligieron el antisistema que,sin prometerles paraísos, coincidió con ellos en apuntar a los culpables y los señaló de manera agresiva para que nadie tenga dudas. Una vez en el gobierno, ese Robin Hood sólo les muestra ajuste e insensibilidad, sin establecer un camino y mucho menos un horizonte de prosperidad para quienes menos tienen. La desfinanciación de los servicios básicos del Estado, los recortes a provincias y municipios, y la escasez de programas con participación activa de los involucrados, hacen de la intemperie el destino de más de la mitad de nuestra sociedad. La UCA publicó esta semana que el número de pobres es de 57,4 %.
Retomar el camino del trabajo social, que durante mucho tiempo fue sustituido por la asistencia económica, y crear condiciones de dialogo sincero con mirada de futuro.Es hora que trabajemos sin descanso para recuperar lo comunitario, eso significa pasar de un Estado organizador de megaeventos a promotor de cultura popular con participación activa de vecinos y vecinas. Potenciar instituciones vigentes, y restaurar otras que fueron cooptadas por ese Estado, Sociedades de Fomento, Clubes de Barrio, revalidando formas de relacionarse y de crear ciudadanía, fomentando la capacitación y educación comunitaria. Las fiestas barriales, populares y familiares fueron a la canasta y perseguían el mismo fin, obteniendo logros significativos para el progreso de los barrios. Pensar y repensarnos es la tarea, ningún falso mesías puede desactivar las fuerzas de lo colectivo.
NATALIA QUINTANA
Lic. En Trabajo Social
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