El sábado 27 de noviembre pasado se llevó a cabo el reencuentro de las promociones 95 – 96 y 70 – 71 de la Escuela de Educación Secundaria N4 » Leandro N. Alem» (ex Colegio Nacional Anexo Comercial «Héctor Martín Noblia») donde se vivieron momentos emocionantes cargados de nostalgia.
La ex alumna Vanesa Martínez hizo uso de la palabra por la 96, Daniel Reta y Jesus Milici (promo 70) dieron un discurso a dos voces. Silvia Vázquez hizo lo suyo por los profesores y Mariela Aramburu les dió la bienvenida.
La 95, por Diego Rodriguez:
Compañeros, profesores, nuevos profes del Colegio, familias, amigos…La promo 95, la 96, los que ya tienen la cucarda de la bodas de oro. Van algunas ideas que pensé para este reencuentro.
La 95, somos la última promo que ingresó al viejo Colegio Nacional frente a la plaza Rivadavia y completó luego los 4 años restantes en el nuevo edificio. Egresamos de la Escuela Media N° 4, pero creo que la gran mayoría decimos que fuimos “al Nacional”. Somos de la época de la provincialización de los colegios nacionales.
Y la 96 es la primera promo en haber hecho todos los años en estas aulas.
Arrancamos en ese colegio de techos altos, de bancos macizos, de aulas improvisadas al medio del patio, en donde la sensación térmica rondaba los 50 grados cuando merodeaba el verano.
Eran épocas donde los que optábamos por esta escuela éramos absoluta mayoría. El Nacional era el hecho cultural más importante de la segunda mitad del siglo XX. No sé si dimensionan, pero terminamos en el siglo pasado. Y lo que ha pasado es un cuarto de siglo. Es lógico que hayan venido
otras opciones para estudiar.
Pero fuimos los pioneros de esa escuela que se habilitaba con nuevo edificio. Hoy naturalizamos que haya gas natural para calefaccionar el colegio, pero en nuestros años todavía se calentaba a estufas a kerosene y yo casi incendio un aula si no fuera por el auxilio de los bomberos con Andrés y Diego a la cabeza. ¿O no recuerdan que parte de la tarea familiar era hacer colas en la estación de servicio o esperar que pase “El Canario” para conseguir combustible. Ese paso del tiempo y los avances se llama desarrollo de los pueblos. Y nosotros fuimos esa transición.
Allá por el 91, el día que arrancábamos el Colegio, Martín Noblía dejaba de ser rector y comenzaba la era de Lidia Rotelli y Norma Badalá en la dirección. El rector ahora comenzaba a llamarse director. Y vale otro dato: con la promo de los 50 años, Lidia comenzaba como profesora, solo para entender los ciclos en la vida del Colegio.
¿Qué pasaba en aquellos años? Entramos en el mismo momento que comenzaba la Convertibilidad. Qué cosa, pero en esos años no se habló de inflación, en una Argentina que se acostumbró siempre a lidiar con la suba de precios. Un peso valía un dólar. Pero sobre el final de nuestra etapa, el desempleo ya se contaba de a dos dígitos y la deuda se multiplicaba y hoy la seguimos pagando de una u otra manera. En esas transiciones de monedas, en el kiosko de enfrente, Huguito Couzo y Estela aclaraban los precios en los carteles y te decían que 2000 australes era 0,20 pesos. Y un alfajor te costaba 0.80.
Pasaron 25 o 26 años, pero un dólar ahora vale 200 para los librecambistas. Y ese alfajor ahora te sale 100. Pasaron 25 años, pero vale 100 veces más que en ese momento.
En estos 25 años te puede parecer lejano que hayamos tenido mecanografía. Recuerdo los lunes en las dos primeras horas con Soledad Coriani: yo me llevaba la Remington 10, que hoy acuña mi sobrina, recuerdo de su abuelo que no conoció.
Y ya sobre el final del secundario, la propaladora anunciaba que podías hacer cursos de DOS, y usar un disco de 5 y un cuarto era tendencia. Y los hijos que ya tenés en edad escolar aprenden con laptops o escriben directamente en celulares. Eso explica la distancia de 25 años.
Hace un cuarto de siglo no teníamos celulares y la costumbre era llamar a los fijos para saber si habíamos conseguido lo que nos pedía María Esther Fraga sobre los Fenicios. O si lográbamos convencer en la mañana a Blanca Pastorino para que nos postergue el escrito.
Somos de la época del discado. Del 420…409, 461, 479, 994, 607, 333, 416, 518, 257, 157 al Colegio, 422281, 463, 832. Años donde hablabas con la familia de tu amigo o amiga, o la abuela que ayudaba en las cosas de la casa.
Con esa misma gente, algunos venimos juntos del Jardín y hasta nos recibimos el mismo día: Con Laurita García, el mismo 13 de diciembre de 2002 en La Plata.
Con algunos tenemos diálogos a diario, compartimos proyectos, con otros una levantada de mano sostenida y el eheyyy nos alcanza para decir que en el medio de eso hay un vínculo fuerte que se llama Colegio. Con otros me puedo encuentrar en un local cada vez que vengo y hablamos de nuestras vidas.
Con Silvina me puedo quedar hablando rato largo después de raquetear en Atlanta. Eso se llama sentido de pertenencia. Te liga para siempre, no te lo quita nadie.
Hoy no sé cómo se estudia Geografía, pero somos de la época en que buscábamos mapas en lo de Giaccardi donde una doble faz estaba a 0,05 pesos, o lo encontrabas en M&N Librería, o a las apuradas en Kiosko Roma. O en la de Hilda Cambursano, que también encontrabas un regalo para un cumple de 15. Quizá alguna fiesta se me escape, pero va la lista que recuerdo: el primero: 18 de julio de 1992 con Fernanda García en Lasin´s; el 25, Sole; el 1° de agosto, Marce; el 8, Eri; el 22, Jesica; el 5 de septiembre, las mellis; el 19, Patricia en Sarmiento; en noviembre, Natalia en la Rural y Andrea en Sarmiento; el 14, Mercedes en Tracy; el 28, Lucre en Tracy; el 5 de diciembre, Baby en Tracy (tocaban los Guns en Rivers y Juanse de los Ratones se quebró una pierna); en enero, Luly en Tracy; el 13 de febrero Yesi en Lasin´s (River le volvía a ganar Boca); en marzo, Laurita en Tracy; en abril, Tania en Tracy.
Sí, arrancamos cuando los discos de Némesis dejaban de engancharse. Pasamos por Lasin´s, Tracy, Kaizen, Punta Arena. Somos de la época del Hotel Vedia y ahí vimos cómo le cortaban las piernas a Diego en el mundial del 94. Y hoy, hace un año que tampoco está.
Somos de la época de Lola del Negro Robaldo. De Tequila, con la Negra Gutiérrez, y ya no está ninguno de los dos. De Perico, esa incursión de Cacha y Emilio. De Charly, los herederos de Carlitos Moyano. Y hoy está acá Edgardo, enorme logro del profesional en la familia.
¿No hicieron el ejercicio de pensar que los profesores siempre estarán dando clases? ¿Se acuerdan que te calificaban con S, AMS, A+, A, A-, N?
Si no pongo ojo crítico y sensato, digo que Silvia Vázquez aún sigue haciendo ejercicios de química en el pizarrón. A Carlitos Angiorama revoleando las llaves incitándonos a pensar en una clase de historia.
A Elvio, que me sugiere que no le guitarree más. A Fabio, explicando por qué Japón era el país a imitar en aquellos tiempos. A Graciela metiendo pedagogía para matemáticas.
Somos la promo que inauguró viajes a Cataratas y ahí está el entusiasmo de Susana y Baby Guastoni. A la vuelta del viaje en el 93 (día que perdimos 5 a 0 con Colombia), Baby nos sugiere hacer un programa de radio y eso me confirma una vocación que ya la llevaba de hacía mucho. Y FM Senegal ya es esa casa adoptiva. Lo veo a la distancia y no tengo dudas que son personas que pensaron la educación más allá de las aulas. Cómo no recordar a preceptores como Graciela, el Tío Pica, Zulma, Gladys Burgos, mi vieja.
Si bien no fui a Francés, somos de la época que hasta llegó a tener clases con la mítica Malocha.
Cómo olvidarte de los lunes y miércoles de Educación Física con Fernando Girón, que ya te enseñaba de Pueblos originarios con Puelches y Pampas desde la Escuela 1 y te decía sin decirlo que la vida no es sólo fútbol, con las olímpiadas que se generaban. Cómo no evocar a Vilo Zulueta, que te explicaba las claves del rugby y ya te dejaba moralejas de vida. Hasta tuvimos el lujo de hacer un semanario, El Central, cuando la gracia era imprimirlo. Me quedan frases memorables: la gente se teca.
Todavía veo a Beba o Graciela darle al lampazo, en el que metían no se qué producto para dejar el piso más brillante. Siempre con una sonrisa.
La Escuela es la que te dio las armas para salir a la vida adulta, la que te fogueó para la facultad. La pandemia hizo muchos desastres, pero también pienso que un placer que combinemos estas dos promos. Allí están muchos amigos entrañables, con los que convivimos en La Plata o Buenos Aires, que elegí padrino de mi hija.
Hace un año lamentábamos no poder juntarnos, pero también sufríamos las palizas con nuestros seres más queridos. Y en ese promo, un amigo, salía a ganar tiempo para ayudar a mi familia que estaba en apuros. Amigo que hice en este Colegio.
¿Se acuerdan de la ropa? Claramente, el Turquoise no me entra ni en pedo y la camisa Midway entraría en un solo brazo. NNX. Las chicas con Julien. Ya no paramos en lo de Marita para ver pasar la vida, aunque estaba del lado de enfrente. Hoy vemos pelis o series on demand, pero antes
alquilábamos pelis en Video Hawaii o Solís. Y Beto te armaba compilados sociales con su cámara. Y mirábamos la peli de Fleco en el Colegio. Escuchábamos en cassette y era una novedad el CD. Jugabas al paddle, aunque ahora esté de regreso. Como nosotros hoy.
Por aquellos años no había tanto debate, pero para nosotros la grieta era en el 94 cuando debíamoselegir por Río o por El Rápido, con dos bloques: los de Bachiller y los de Perito Mercantil. Y hasta ensayamos una elección colegio por colegio, una suerte de ballotage rodante, que terminó con
veedores (Paula y yo) cuando la Media 3 torció la balanza y ganó Río por un voto. Un viaje que salía 430 pesos.
En 25 años creaste familias, hiciste nuevos amigos, forjaste nuevas visiones. Algunos de tus seres que más querías, hoy no están. Y te gustaría compartirlo justo en este momento.
Somos una promo que tiene doctores, ingenieros, geólogos, bioquímicos o bioquímiques, periodistas, psicólogos, economistas, contadores, oftalmólogos, odontólogas, diseñadores, bibliotecarias, músicos, policías, kinesiólogos, fonoaudiólogas. Quizá haya un dato en la nuestra: no sé si hay abogados. Allí están las consecuencias de los sueños que fuimos forjando o dimensiones que fuiste proyectando. Hoy leía los mensajes en el guardapolvo pintado y están esas ilusiones que arrancabas. Y acá estamos, redimensionados.
He vuelto al Colegio mientras mi vieja seguía laburando, a votar (cosa que ya no hago). Y cada vez que entro, siento que nunca me fui, que siempre estás volviendo, que es una parte tuya. Que la planta del pie se predispone a subir la empinada del ingreso. Que Lidia te mira de reojo cuando entras sobre la hora. Que estarán a ojo de preceptor sacando cuentas si alguno se hizo la rata.
Sabes que las 17.15 tenía un sabor especial y mechabas la merienda con “Jugate conmigo”. Y que cuando te vas a las 16.40 o te adelantan la salida porque faltó un profe, es la gloria. Ayer pasaba por el mismo camino: el kiosko de Cabrera ya no está y el lado izquierdo de la Almirante Brown con las casas de viejitos ya tienen viviendas coloridas.
A vuelo de pájaro, fueron casi 6 mil horas cátedra durante menos de 2 mil días de tu vida. Y pasaron 9.500 desde que nos despedimos, pero hay un motivo por el que volvemos.
Es poco más de un décimo de tu vida. Personalmente, fueron más que 5 años: es recordar los años de asambleas de la Asociación Cultural Leandro N. Alem en la que mi viejo era presidente y que junto a un grupo de tangueros como el papá de Belén, el abuelo de las mellizas, inventaron un festival para construir dos aulas, esas mismas que sofocaban al primer calor pero ayudaron en la emergencia educacional.
Es el mismo Colegio donde mi vieja consiguió un salario estable después del cimbronazo familiar y donde, en este mismo lugar, debió jubilarse.
A la memoria de Maricel que seguro habría estado en esta fecha. Por los que hoy no vinieron, pero sienten las ganas de darte una palmada o confundirte en un abrazo, ahora que la pandemia nos dio un respiro.
Gracias a la Escuela por no “saltear” la promo 95 e incluirnos en este mojón. Sino también hubiéramos sido la primera promoción en festejos suspendidos por una pandemia. Gracias a Vale, que en su nuevo lugar dentro de este espacio, articuló, convocó, arengó para que estemos acá.
¡Salud! Como canta Fito, hay recuerdos que no voy a borrar. Y una tarde-noche -como ésta- sirve para reforzar esto: lo que nos une para siempre.
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