Por Enzo Galimberti y Gustavo Rosas
La Verdad
Para entender el eterno conflicto entre Israel y Palestina, tenemos que transportarnos al año 1896, en el cual se fundó el Sionismo. Este movimiento de carácter nacionalista, pretendía la creación de un estado judío que le permitiera poner fin a miles de años de persecución y exilio de su pueblo. En pocas palabras, este sería su refugio en el mundo. Se creó, como una respuesta a la corriente antisemita que se esparcía exponencialmente por toda Europa y que tuvo su punto de ebullición con el holocausto durante la Segunda Guerra Mundial. Ese Estado pensado para y por los judíos, originalmente se planeó en tres lugares del mundo. El primero de ellos era Argentina, segundo Uganda y la tercera opción en Siberia entre los países que hoy conocemos como China y Rusia. Pero, la religión judía dice que su tierra se encuentra en Palestina, región ubicada en el Próximo Oriente, que también contiene lugares sagrados para árabes y cristianos.
Antes de la Primera Guerra Mundial, este territorio tan deseado era controlado por el Imperio Otomano, luego esa zona fue dividida entre los ganadores del conflicto y Reino Unido pasó a poseer la región de Palestina. Al advertir los conflictos, en 1917 el gobierno británico dictó la “Declaración de Balfour” por la que comunicaba el apoyo del gobierno británico a un hogar nacional judío en Palestina. Pero, puso una cláusula donde exigía que no se debían perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías. Ante esto, miles de judíos de todo el mundo emigraron hacia Palestina, especialmente entre 1941 y 1945. Ante esta masiva llegada, la población árabe, que era mayoritaria, se sintió afectada y comenzaron a suscitarse reiterados conflictos. Para opacar las tensiones, la ONU en 1947 ideó un “Plan de Partición” donde dividió el territorio en dos partes creando así, el Estado árabe y el Estado judío. La tan añorada Jerusalén tendría una estatus especial como la tiene hoy en día el Vaticano dentro de Italia. Los árabes no estuvieron conformes con este reparto ya que perdían mucho territorio, entonces el plan nunca llegó a implementarse.
El 14 de Mayo de 1948, los judíos declararon el Estado de Israel. Un día después, varios países árabes atacaron ese territorio durante un año entero. A pesar de ser mayoría, los árabes pierden esta Guerra e Israel agranda militarmente sus fronteras. Muchos de los árabes que vivían en la zona de Israel, fueron expulsados de sus hogares y debieron emigrar. En tanto que Egipto ocupó el sector conocido como Franja de Gaza y Jordania hizo lo propio con Cisjordania, de modo que todo lo que era el territorio de Palestina quedó desarticulado.
En 1967 se produce la “Guerra de los seis días”, a cuyo fin Israel se expandió tomando el control de gran parte de Oriente Medio, incluyendo la Franja de Gaza, los Altos de Golam (que quita a Siria), la Península de Sinai que quita a Egipto y Cisjordania, que tiene una importancia especial por contener a la parte oriental de Jerusalén, en donde se asientan los lugares sagrados de mayor significación de las tres religiones (al Muro de los Lamentos de los judíos, la Mezquita de Al-Aqsa para los árabes y el Santo Sepulcro para los cristianos).
En 1973 inicia la Guerra de Yom Kippur que enfrentó a Egipto y Siria contra Israel. Esto trajo consecuencias que duran hasta la actualidad. Israel restituyó Sinaí a Egipto que renunció a la Franja de Gaza y fue el primer país árabe en firmar la paz con Israel. Prontamente, Jordania también firma la paz con Israel. Luego de estos tratados, la lucha quedó concentrada entre israelíes y palestinos que perdura hasta el día de hoy.
Cabe destacar que Palestina a la fecha, es un Estado reconocido por 139 de los 193 países que forman la ONU. Los asentamientos judíos iniciados en 1967, quedaron divididos entre el territorio de Cisjordania y el Estado Palestino. Los colonos están protegidos por muros y las fuerzas israelíes. Estos inmigrantes fueron creciendo en población a costa de los habitantes palestinos, que acusan a Israel de demoler sus casas, expropiar sus tierras y restringir su movimiento. Cabe destacar que para la comunidad internacional, estos asentamientos son ilegales ya que el tratado de Ginebra prohíbe que un país traspase su población a un territorio ocupado militarmente. Israel argumenta que esto es inaplicable ya que el territorio de Cisjordania no estaba declarado antes de su llegada.
Ante esto, se forma la Organización para la liberación de Palestina (OLP). Esta es una alianza entre partidos políticos y militares creada con tres objetivos (destruir Israel, repatriar a los refugiados palestinos y crear un Estado Palestino). Desde ese entonces comienzan ataques a israelíes no solamente en su territorio, sino a lo largo de todo el planeta. No obstante que en el año 1993, se firma el acuerdo de Paz de Oslo entre la OLP e Israel y que desde ese entonces la violencia mermó, en 1994 se produjo el ataque a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en la ciudad de Buenos Aires.
Luego de años de “cierta tranquilidad” en el año 2017, el íntimo aliado de Israel (EE.UU.) reconoció en el mandato de Donald Trump a Jerusalén como la capital del Estado de Israel. Con este acto, los rencores resurgieron y la escala de violencia se acrecentó. En la actualidad, Cisjordania es gobernada por un sector “moderado” de palestinos llamado Fatah o Movimiento Nacional Palestino, que reconoce al estado de Israel y la Franja de Gaza, gobernada por Hamás (que desconoce el estado de Israel) y reclama para los palestinos todo su territorio.
En estos últimos días, a consecuencia de una manifestación de sectores ultra nacionalistas judíos en la Mezquita de Al Aqsa, considerada como uno de los lugares más sagrados para el Islam, se desató un violento conflicto con el lanzamiento de miles de misiles desde la Franja de Gaza, gobernada de facto por la organización terrorista Hamas que desconoce la existencia del estado de Israel, que a su turno replicó con bombardeos y ataques militares del ejército israelí contra los palestinos en supuesta defensa propia.
En conclusión, el fanatismo extremo nunca es bueno porque supera la racionalidad y produce una ceguera que puede llevar a situaciones de no retorno. Lo aconsejable sería que se respete el status de ciudad sagrada de Jerusalén y que palestinos y judíos se acepten como estados contiguos con legitimidad para conservar y administrar sus legendarios territorios. Ambos deberán ceder y es necesario que la guerra fundada en el exterminio del otro, le abra paso a una convivencia pacífica donde estos antiguos habitantes de medio oriente puedan vivir civilizadamente.
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.