Como escribía Julián la semana pasada, en la esencia de la enseñanza del Papa Francisco está la invitación a la misericordia y al amor entre nosotros los seres humanos, que nacen de la experiencia del profundo amor que Dios nos tiene a todos y a cada uno. Él no se cansa de repetir ésta Buena Noticia de Dios para nosotros: Él es nuestro Padre y nos regaló la vida, nos ama inmensamente y nos dio a su Hijo Jesús; que por un tiempo compartió nuestra humanidad, sin dejar de ser Dios, entregó su vida en la Cruz por el amor que nos tiene y a los tres días resucitó, y ahora VIVE para siempre con nosotros y camina a nuestro lado. Desde éste núcleo primordial, quiero que descubramos juntos una clave que nos ayuda a adentrarnos un poco más en la mente, en los sentimientos y en las preocupaciones del Papa: su gran deseo de concreción de una fraternidad humana universal, al que dedicaré estas líneas.
Con una fuerte inspiración en San Francisco de Asís, de quien tomó su nombre, la vida del Papa, en palabras y obras, nos habla de este anhelo profundo que tiene su corazón. En muchísimos de sus discursos y varios de sus documentos, podemos observar su invitación a la fraternidad y al amor social. Y también signo de esta preocupación, son los numerosos viajes que ha realizado a regiones en conflictos, buscando la paz, a lugares no tan visitados, sínodos realizados, y distintos encuentros que ha tenido, algunos de ellos con líderes de otras religiones, como por ejemplo el patriarca ortodoxo Bartolomé, y el Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb con el que se encontró en Abu Dabi, compartiendo éste deseo y buscando juntos caminos para concretizarlo.
El día tres del mes pasado, Francisco sacó un documento llamado encíclica que tituló, en italiano,“Fratelli Tutti”, y ésta trata específicamente sobre la fraternidad y la amistad social. En el punto n° 5 de dicho documento manifiesta: “Las cuestiones relacionadas con la fraternidad y la amistad social han estado siempre entre mis preocupaciones. Durante los últimos años me he referido a ellas reiteradas veces y en diversos lugares”. Concretizando esta preocupación en un desarrollo organizado en este documento, el Papa nos llama a reconocernos todos hermanos y buscar la fraternidad. En el primer capítulo de éste escrito el analiza nuestra actualidad como sociedad, y muestra algunas tendencias que hoy se viven, y son sombras que van contra la luz de la fraternidad por las que hoy el mundo está cerrado. Todas tienen base en el individualismo consumista hoy reinante, por el que los vínculos entre nosotros no están basados en el bien común sino en el beneficio personal, sin reconocernos necesitados unos de otros, y sobreponiéndose el “sálvese quien pueda”. Hoy, dice él, no se reconoce la dignidad de cada persona y el horizonte no es un proyecto común, sino el crecimiento de los que tienen mayor poder e intereses, en detrimento de la identidad y libertad de los más débiles. No obstante, en medio de ésta oscuridad hay luz y esperanza, y las dan personas valientes que apuestan a la comunicación, a la cercanía y al amor. Y esto es lo que sólo abrirá este mundo cerrado: vivir la fraternidad, pero no cualquiera, sino una que sea universal, o sea en la que todos seamos hermanos y nos amemos; respondiendo al mandato de Jesús en el Evangelio de vivir amando a todos, hasta a los enemigos. Entonces él propone en los demás capítulos diversos caminos para vivirla: hacernos prójimos de los demás, vivir el amor verdadero para gestar un mundo abierto, abrir nuestro corazón al mundo entero, fundar la política en la caridad social, comunicarnos verdaderamente a través de diálogos sinceros que nos ayuden a crecer, diversos caminos de reencuentro y el aporte que las diversas religiones pueden hacer a la fraternidad universal.
En el contexto en el que hoy vivimos, descritas anteriormente algunas de sus características, y en el que la pandemia del Co-vid 19 aumentó nuestros miedos y desconfianzas en los encuentros con los demás por temor al contagio, transformándose el otro en una amenaza; me parece interesantísima la propuesta de fraternidad de Francisco, como un camino de mucha luz, para que, aportando cada uno en su lugar su pequeña gota, como decía Madre Teresa, preparemos el futuro y éste sea un océano en el que naveguemos juntos en la misma barca, llevados por el amor, y nuestro puerto sea verdaderamente el bien y la plenitud de todos.
La invitación que hoy nos quiere hacer Francisco es entonces a amarnos todos, reconociéndonos hermanos, habitantes de una misma casa común, con la misma dignidad y los mismos derechos y un proyecto comunitario fundado en el bien común; para que, a través de esta fraternidad humana universal, el individualismo deje paso a la misericordia, la cultura del descarte a la cultura del encuentro, se geste la civilización del amor y todos vivamos “la plenitud que solo se alcanza en el amor” (Encíclica “Fratelli Tutti”, punto n° 68). Y en este proyecto fraterno, que Francisco incluye en su forma de pastorear la Iglesia pero es primeramente de nuestro Padre Dios, todos somos una parte importante y podemos contribuir con toda nuestra vida a que ese deseo se haga realidad. ¿Cómo podremos hacer oídos sordos a su propuesta si en lo más profundo de nuestro ser podemos constatar dicho anhelo de plenitud y una inmensa capacidad para amarnos todos?…
Seminarista AGUSTÍN DENEZIO
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