Fuente: La Verdad
Florencia Rosas es prima de Miguel Rosas, el anestesista que debió ser intervenido quirúrgicamente tras una pelea ocurrida en el Hospital Interzonal “Abraham Piñeyro”, a la salida de un quirófano.
En este caso, relata “los hechos de acuerdo a lo expresado por el Dr. Miguel Rosas” y dice textualmente:
“El día lunes al mediodía Miguel recibió la primera dosis de la vacuna contra el Covid. Esa tarde se sintió afiebrado y con dolor de cuerpo por efecto de la aplicación. No obstante, cuando le avisan por teléfono desde el HIGA que tenían una paciente con un probable cuadro de apendicitis para operar y el próximo turno del siguiente anestesiólogo era a las 20 hs, a pesar de que su estado físico no era óptimo, con la voluntad de privilegiar a la paciente concurre al acto quirúrgico que comienza con una indagación por cámara (laparoscopia), un lavado y luego más tarde continúa con una extracción de apéndice. No se contaba con una ecografía previa al acto. Durante el acto quirúrgico, el Dr. Rosas no mantiene conversaciones con el residente de cirugía sino únicamente con el cirujano jefe, Dr. Nogales, a quien le manifestó que estaba con fiebre, dolor de cabeza y que se sentía “muy mal” y le pidió que no perdieran tiempo, sugiriendo que como jefe tomara el control de la práctica quirúrgica, cosa que terminó sucediendo, pues Nogales extrajo el apéndice.
En ningún momento se hicieron cruces verbales agresivos entre ninguno de los galenos, simplemente las acotaciones y comentarios habituales de una sala de cirugía que, como médico anestesiólogo, está facultado y es su deber realizar.
Promediando la cirugía ya pasadas las 20 hs el otro anestesiólogo que entraba en su turno le consulta al teléfono si quiere que lo vaya a relevar y Miguel le dice, que se quede tranquilo porque ya estaban terminando. Con esto quiero destacar que si hubiera habido un clima incómodo o difícil en la sala de cirugía, Miguel tenía la excusa perfecta para retirarse.
La cirugía concluye con éxito, sin mayores motivos de mención. El último que sale de la sala es el anestesiólogo porque se queda tratando a la paciente para constatar la recuperación de la anestesia. Los cirujanos se fueron juntos y antes.
Cuando el Dr. Rosas se retira, se dirige al office privado de los anestesiólogos, de espacio muy estrecho, al que se ingresa con llave porque es exclusivo de ellos, pues allí se reserva un stock de drogas que se utilizan en la anestesia. Miguel tenía su mochila para cambiarse allí y estaba parado de espaldas a la puerta poniéndose unas ojotas. Estaba totalmente desprevenido, cuando irrumpe violentamente el médico residente y lo empuja, haciéndolo caer al piso en donde empieza a sentir los golpes abdominales y como sólo atinó a cubrirse la cabeza con los brazos, el agresor calzado con zapatillas aprovechó para pegarle fuertes patadas en el abdomen y costillas. En ese momento entra el jefe de cirugía, Nogales, separando al residente quien no cesaba de arrojar golpes de manera enfurecida y alevosa. Cuando se lo lleva, Miguel en el suelo, por suerte con su teléfono todavía a mano (ya que se le rompió la pantalla) logra llamar a sus colegas para que lo auxilien.
El resultado de la golpiza feroz unilateral, que no fue una pelea porque Miguel sólo atinó a defenderse como pudo, es ya conocido. Perdió más de 3 litros de sangre, al perforarse su bazo, el que terminan extrayendo y sufre la fractura de dos costillas. Por fortuna los colegas que lo atendieron no vacilaron en operarlo de inmediato, ya que hubo riesgo de vida.
Quiero destacar que si la agresión hubiera sido fuera del Hospital, aunque sea a unas pocas cuadras, estaríamos hablando de un homicidio. Sin embargo, en ninguna de las declaraciones que los directores del Hospital hacen a la prensa se reconoce que existió “riesgo de vida”. Es más, hasta el día de hoy (sábado) ningún representante del HIGA se tomó la molestia siquiera de llamar para preguntar por la salud del Dr. Rosas. Rápidamente tomaron la medida de suspender al agresor y a la víctima? (insólito).
Miguel sufrió lesiones gravísimas, no graves, pues la pérdida definitiva de un órgano se considera un tipo penal agravado con una pena de 10 años de máxima, o 15 si se constata la alevosía, que no hay dudas que la hubo por las características del ataque, y tampoco se puede descartar una tentativa de homicidio, ni la participación de instigadores, de momento que, como mencioné antes, el anestesiólogo, en la sala de operaciones, no cruzó palabra con el residente o R1.
No quiero dejar de mencionar que hemos leído en los medios y nos llegan trascendidos de una especie de campaña de corte corporativa dentro del Hospital para desacreditar el buen nombre y honor de la víctima, llegando a afirmar que tenía actitudes soberbias hacia residentes. Rechazamos por falsa esa afirmación, ya que todos quienes conocen a Miguel y sobre todo en el ámbito médico donde se desempeña, destacan su trato afable y cordial hacia el prójimo. Así como su educación, amplia cultura y excelencia profesional, con una meritoria trayectoria médica de quince años en distintos hospitales de la ciudad de Buenos Aires y Junín. Es cierto que es frecuente advertir que algunos confunden exigencia y disciplina con soberbia o “mala onda”. Tal vez su seriedad y rigor a la hora de hacer observaciones para mejorar el acto médico le ha generado alguna antipatía en el ámbito hospitalario, pero aún de existir ¿esto justifica que casi lo maten?
De cualquier manera y por encima de todo, aquí existió un delito gravísimo que no puede dejar de ser condenado sin excusas.
No puede tolerarse que, al igual que en la época de la dictadura de triste recuerdo, se hagan campañas mediáticas cuestionando a la víctima con el argumento de “algo habrá hecho”. Así se justificó la desaparición de miles de compatriotas o se intentan atenuar los delitos sexuales contra las mujeres, acusándolas de actitudes provocativas.
La sociedad se lastima ante un crimen y no se consigue recomponer el tejido humano ante un hecho de tamaña violencia con violencia verbal de una hinchada tribunera arengando a favor del agresor. Esperamos serenamente que la justicia imponga una estricta y condigna pena al agresor y todos los responsables y que se otorgue una reparación integral de todos los daños ocasionados a la víctima, tanto por la gravísima lesión física, como por las acusaciones calumniosas que maliciosamente se manifiesten”.
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.