El 2020, que ya empezamos a despedir, fue distinto.
Combo de pandemia, cuarentena, aislamiento, crisis económica, pobreza, desempleo, déficit fiscal, redes sociales, aburrimiento y tiempo libre o viceversa, angustia e incertidumbre, medios de comunicación que con toda claridad informaron lo mismo, pero distinto.
Dijo Miguel Kiguel en su columna de El Cronista: «el mayor logro es que podría haber sido peor de lo que fue». De lo malo hubo de sobra.
El cortoplacismo a la orden del día, con controles, aumentos y congelamientos que tuvieron las patitas muy cortas.
La receta es diseñar un plan económico para recuperar la confianza y resolver los desequilibrios cambiarios, fiscal, monetario y la falta de reservas sin que haya un deterioro en la situación social, que ya es preocupante. Y eso, parecen saberlo todos. Descubrir que tiene de mágico la receta parecería ser el problema.
Hoy, Ámbito Financiero publicó: Alberto Fernández: «Me gustaría tenerlo a Lavagna en el gobierno pero no quiere volver a la función pública». Algo que hizo recordar a La Nación, en el 2016 cuando publicó: Federico Pinedo: «Me gustaría que Roberto Lavagna estuviera en el Senado», cuando se trataba la reestructuración de la deuda. La semejanza sorprende.
El 2020 mostró además que sectores del pueblo, a veces proponiéndoselo voluntariamente y a veces no, logran ganar la pulseada y marcar la agenda. Las flexibilizaciones fueron el ejemplo más claro de que lo que no se puede hacer cumplir prohibiéndolo hay que autorizarlo. Con otra cara, y valgan las distancias pero en la misma línea, el aborto es legal en la Argentina, la convicción y la militancia demostró una vez más que ese es el camino. El silencio de las iglesias cristianas con amagues suaves, y la falta de convicción de la otra parte de la sociedad le puso el sello.
Ganaron más que nunca los discursos de muchos personajes públicos con palabras como inclusión, empatía, solidaridad, empoderar, desconstruir, y cuantas más. Ganaron también toda forma de comunicación. Pero crecieron los casos de femicidios, la ley de talles no avanza en el cumplimiento, y los tratamientos oncológicos, por sólo mencionar tres ejemplos siguen viajando en carreta.
La Educación no logra imponerse como una prioridad absoluta para el desarrollo, con un plan a corto, mediano y largo plazo, y seguimos esperando «a ver que pasa», con un «mientras tanto» sin proyección.
Todavía resta un gran esfuerzo para remontar todo lo malo de este año y depende donde vayamos a buscar y construir las soluciones, a quienes confiemos esa responsabilidad o asumirla en primera persona y arremangarse, o simplemente elijamos seguir llorando en las redes sociales y echándole la culpa al otro.
Un agradecimiento especial a nuestros publicistas que hacen posible mantener vivo nuestro proyecto, y junto a nuestros estimados lectores, les deseamos un feliz año nuevo, y renovamos nuestro compromiso de seguir informando de forma independiente.
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