Un relato publicado en el periódico “La Nueva Voz”, en el marco de las anécdotas de
“Tapioca”-Recuerdos de una infancia feliz- de los años 2007-2008.
– LOS CIRCOS –
La llegada de un circo a la localidad, alteraba la monótona pero feliz vida pueblerina. En los pibes las expectativas por ir a presenciar ese pequeño mundo lleno de magia, color y alegría era mucha, pero lamentablemente y pese al alboroto familiar que causábamos, no eran muchos los que podían acceder a ese fascinante espectáculo.
Podíamos si concurrir en barra a las funciones de la tarde los domingos, pero no a las diarias y nocturnas, donde se brindaban las obras del teatro criollo que tanto nos apasionaban. Esta restricción a nuestras ganas, estaba originada por la decisión irrevocable de nuestros padres (aún no se con precisión por qué) de que solamente podíamos concurrir con ellos o alguna otra persona mayor.
En mi caso, como en la mayoría de los hogares de nuestro barrio, no existía la habitualidad de concurrir en familia a los circos, por lo que casi siempre nos quedábamos con las ganas de ir. Pero bastaba que uno solo fuera, para que todos los viviéramos tan intensamente como si hubiéramos estado en primera fila.
Algunos pibes tenían una gran capacidad para relatar lo que habían visto e imaginado; sobre dimensionando todos los detalles lograban captar totalmente nuestra atención. Suspendíamos todas nuestras actividades lúdicas, para disfrutar enormemente de las narraciones de nuestros amigos. Lo escuchábamos en silencio y después preguntábamos y repreguntábamos para alimentar nuestra fantasía en forma tal, que a posteriori podíamos relatar pormenorizadamente la trama argumental de la obra en cuestión.
Indudablemente el “Lalo” era el mejor narrador y era quien con más pasión transmitía lo que había visto; por ello nos entusiasmó a todos cuando fue a ver “El León de Francia”. Su fanatismo fue tal, que estaba decidido en convertirse en este celebre personaje.
Fue así que nos convenció bajo su estricta dirección a representar la obra en cuestión. Por supuesto que él se reservó el papel estelar y el lugar elegido para la puesta en escena fue el patio de mi casa. El viejo paraíso, le vino de perillas al intrépido “Lalo” para emular con múltiples piruetas al invencible “León de Francia”. Luego de unos pocos ensayos, estuvimos preparados para representar la obra.
Los cajones de manzana (los elegimos porque eran los más estéticos) de lo Mostaffa fueron utilizados como plateas y la gran cantidad de público presente (seis o siete) fue estrictamente seleccionada entre hermanos, hermanas (como en mi caso) y amigos que no actuaban. La entrada por supuesto fue gratuita.
La representación fue todo un éxito, la actuación del “Lalo” colosal y tuvimos que repetir al otro día, con aún más espectadores (alrededor de ocho o nueve), la estelar función.
Fue mi primera y última actuación teatral, pero no guardo un buen recuerdo de ello; ya que el novel director me asigno el papel de reina y una reina muy histérica por cierto. Siempre tuve un gran escozor por ello, pero por las dudas nunca le pregunté por qué me seleccionó a mi para esa interpretación.
Pasaron por Vedia, muchos circos, de los más humildes hasta los más poderosos, de procedencia nacional e internacional, varios con animales salvajes y otros con unos pocos animales domésticos; pero indudablemente para los pibes de aquella época de ensueño, el inolvidable y más querido fue el circo “Patagonia” .
Según contaban era un desprendimiento de un circo muy grande y su escasa dimensión permitió su instalación en el baldío ubicado en aquel entonces en la esquina de la Avenida 9 de Julio y Belgrano (hoy viviendas de las familias Ureta, D’Angelo y Giorgi).
Este lugar de emplazamiento fue muy festejado por todos nosotros, ya que su proximidad con nuestro barrio, permitiría flexibilizar las normas familiares en vigencia y darnos la posibilidad tan anhelada de vivir una noche de circo con teatro criollo incluido.
Pese a su pequeñez el espectáculo que brindaba era muy bueno, siendo su figura excluyente su propietario, el payaso “Patagonia”, de apellido Holmer, quien, al margen de este rol, cumplía otras actividades circenses y era el primer actor de las obras teatrales que se brindaban casi todas las noches.
Dada la gran concurrencia de público a sus festejadas veladas, el circo permaneció por mucho tiempo en Vedia, lo que originó la saturación del repertorio, con la repetición de las obras y la improvisación de otras nuevas, en base siempre a la figura de su primer actor. Así surgieron entonces “Viejo zorro y calavera, busca mujer de primera” entre otros títulos y las muy exclusivas “Patagonia Enamorado”, “El Gaucho Patagonia”, “El Guapo Patagonia” y otros con distintas profesiones y situaciones.
Sin lugar a dudas su obra más lograda fue “Juan Moreira”, por lo que la repitió por lo menos cinco o seis veces. “Patagonia” hombre pícaro para éstos entuertos, para incentivar la concurrencia de espectadores, decidió incorporar para cumplir papeles menores a algunos de los personajes más encumbrados del pueblo.
Fue así que corrió como un reguero de pólvora por todo Vedia, ¡¡¡…El “Congo” actuaría en la obra “Juan Moreira”…!!!
El “Congo” Rovere, vecino de la calle Belgrano, era sin lugar a dudas uno de los personajes más simpáticos y queridos de la localidad; por ello la elección de “Patagonia” había sido excelente, aunque los sucesos acaecidos en aquella inolvidable noche, hicieran tambalear esa aseveración.
La concurrencia fue record y allí estábamos nosotros ubicados estratégicamente muy cerca de las tablas para presenciar el espectáculo. En su papel de payaso, “Patagonia” estuvo excepcional y aún hoy increíblemente recuerdo dos cuentos con que nos deleitó en esa oportunidad “Cancha embarrada” y “A rajar que se viene la poroteada”, que fueron festejados estruendosamente por toda la concurrencia.
Luego de un breve intervalo, comenzó, con anuncios rimbombantes, la puesta en escena de la obra dramática en tres actos, intitulada “Juan Moreira”.Se apagaron las luces y solo quedó iluminado el escenario; corrieron manualmente el precario telón, con imágenes campestres de decorado y con música folclórica, originada en un disco algo rayado, de fondo y ¡a disfrutar del teatro criollo!…
“Patagonia”, alto, de buena contextura física, era realmente un buen actor y ello agregado al tipo de personaje que interpretaba, hicieron que se ganara rápidamente las simpatías de los espectadores. Pero, lamentablemente para “Juan Moreira”, llegó el momento en que se tuvo que enfrentar con la partida que venía persiguiéndolo. Eran tres bravos y encarnizados milicos. Pese a ello el indomable gaucho, se deshizo fácilmente de dos de ellos. Pero con el tercero, no le fue nada fácil, era nuestro crédito, era el “Congo”.
Ya al aparecer en escena, la recepción había sido apoteótica, y tuvieron que parar el desarrollo de la obra para que saludara a su público. Después envalentonado por el griterío de la gente, fue un rival durísimo para el gaucho Moreira. Facón y sable se cruzaban en el aire, forcejeo cuerpo a cuerpo, avance furioso de uno y contra ataque del otro, pero el “Congo” no caía. Por el contrario su fortaleza, reforzada por las constantes ovaciones de la gente, hacía trastabillar al ya muy cansado Moreira. Nosotros al pié del escenario, escuchábamos cuando agitado por el forcejeo, “Patagonia” le decía al “Congo”…
¡tírate hijo de puta!- saliéndose del guión. A lo que el crédito vediense, respetando el texto argumental, le respondía en voz alta…
¡Entrégate Moreira! ¡no seas sotreta!
El ruido del entablado, preanunciando una inminente rotura, le brindaba aún más dramatismo al enfrentamiento; el polvo que se levantaba hacia más dantescas las figuras de ambos contendientes y la transpiración bañaba la otrora impecable vestimenta gauchesca del primer actor.
Los dos representantes del orden que habían caído en el cumplimiento del deber, ya habían resucitado y desde la parte posterior del escenario, trataban infructuosamente de manotear al “Congo” para que cayera y corriera la suerte pactada de antemano.
Los sablazos de nuestro héroe, se hacían sentir por el lomo del prófugo de la ley y el público acompañaba con ovaciones su intrépido accionar.
¡tírate! reclamaba el gaucho cada ves más cansado y amenazaba -¡No te voy a pagar un carajo!-
¡Entrégate Moreira! ¡no seas sotreta!… respondía el milico, respetando fidedignamente el guión pautado.
Ya era paliza y los espectadores estallaban con vítores estremecedores para el “Congo”. Que serio y circunspecto continuaba con su labor destructiva, a la par que seguía con la muletilla que había aprendido bien de memoria…
¡Entrégate Moreira! ¡no seas sotreta! –
Totalmente apaleado el dueño del circo y en salvaguarda de su integridad física, le hizo señas a la gente que lo secundaba para que corrieran el telón y pusieran fin al castigo que le estaba infligiendo inapelablemente nuestro entusiasta representante.
Cerrado el telón, rápidamente el “Congo” salió a saludar a la gente, que lo ovacionaba de pié. Detrás del cortinado apareció un brazo que lo agarró del cogote y lo hizo desaparecer de la vista del público. Se armó una tremolina detrás del telón, y al ratito reapareció, ya sin la gorra, despeinado y con el uniforme desaliñado, para volver a saludar a su gente. Se repitió la ovación.
Después entre tres o cuatro lo hicieron desaparecer definitivamente del escenario.
La obra se reanudó con un Moreira bastante maltrecho, y sin otros contratiempos prosiguió hasta su finalización.
Ya de civil y muy feliz reapareció el “Congo”, que recibió múltiples exteriorizaciones de cariño y admiración, de la gran cantidad de gente que había permanecido, impaciente, esperándolo.
Por un tiempo el “Congo” fue el héroe del pueblo; usufructuó el prestigio ganado concurriendo a asados y otras tertulias a relatar su experiencia como actor.
Según comentarios que corrieron por el pueblo, “Patagonia” estaba decidido a poner en escena la obra “La Revancha de Juan Moreira”, pensando en el rédito económico que ello significaría; pero indudablemente recapacitó y desistió de la idea por temor a recibir otra reverenda paliza del bizarro representante de Vedia.
Juan Carlos Cambursano
chgarciasys dice
Gracias por tan brillante relato… Soy Carlos García de San Nicolás y tengo hermosos recuerdos también del Circo teatro Patagonia. Más de una vez pararon cerca de mi casa en un campo grande, y recuerdo muy bien muchas de las obras.
Con tu permiso me guardo la foto porque es tal cual el recuerdo que tengo del circo!
Volvió a tener 15 años otra vez por un ratito…1000 gracias. Abrazo gigante!