Los prejuicios de Susana y los pantalones de Alberto
Por Juan Carlos Bossio
«Antes estábamos como poseídos los que no habíamos votado a Fernández. Y ahora yo estoy muy contenta con lo que está haciendo. Es un tipo calmo, que hace cosas…”
Las palabras entrecomilladas pertenecen a Susana Gimenez. La rubia de la tele. La que preguntó si los dinosaurios que encontraron estaban vivos.
Por estos días, entre la profusa información referida al coronavirus, se cuelan estas perlitas donde los prejuicios políticos se transforman en elogios asombrados.
Con menor resonancia mediática pero con mayor entusiasmo, hace unos días le escuché decir a un conocido -que había prometido irse del país apenas se enterara que Fernández ganaba las elecciones- que el gobierno ya debía declarar el Estado de Sitio.
Sorpresivamente, la misma persona que algunos meses atrás no le daba ni una pizca de confianza al mandato de Fernández, ahora pide la suma del poder público para el Presidente.
Más allá de estas apreciaciones, es cierto que la figura de Alberto Fernández se ha ido afirmando en la gestión y ya desde antes de la aparición del COVID-19, viene derribando los preconceptos que se tejieron sobre su capacidad individual y su independencia personal para ejercer el cargo.
Hoy, se compartan o no sus decisiones, nadie duda de su liderazgo político y de su autoridad institucional en la conducción del gobierno nacional.
Seguramente, la repentina aparición de la pandemia del coronavirus, que puso en el centro de la escena a un enemigo externo que ataca a la salud de la población, contribuyó para encolumnar en un solo frente a todos los argentinos y con ello fortalecer la autoridad presidencial.
Pero estas circunstancias cruciales siempre exigen la aparición de hombres que estén a la altura de las exigencias. Y esto ocurrió con Alberto Fernández que supo rodearse de los mandatarios subnacionales, más allá de sus colores políticos, y asesorarse con los profesionales más capacitados para establecer y coordinar una estrategia que, por ahora, parece bien orientada y ha sido elogiada por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Pero la tarea del gobierno no es para nada fácil y son difíciles las medidas que se deben tomar en un contexto donde la salud de la población y la economía de la Nación conforman dos planos que no deben separarse y que conllevan una sumatoria de conflictos que tienen que atenderse convenientemente y controlar para evitar males mayores.
“No quisiera estar en los pantalones de Alberto Fernández”, dijo Gerardo Zamora, el gobernador de Santiago del Estero, para graficar con total crudeza la descripción de una realidad difícil de administrar.
Sin embargo, Fernández no ha perdido la calma, ni tampoco la firmeza y en cada una de las apariciones públicas donde anuncia medidas o se presta a la requisitoria de los hombres de prensa, transmite la sensación de tener bien calzado los pantalones.
Ejecuta con rigor las medidas que previamente consensúa con sus colaboradores, con los mandatarios provinciales y los representantes de los distintos sectores de la comunidad a los que consulta con frecuencia.
En ese escenario, se escuchan voces de aliento, apoyos coyunturales que sabiamente postergan los disensos partidarios y poco a poco se desvanecen los argumentos que de antemano sembraron la desconfianza.
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.